La Despolarización de la Voluntad.

Claustrofobia. Esa es la palabra que mejor define el regusto que me deja en la boca el pensar lo siguiente. La única forma que tiene el ser humano para relacionarse con su entorno es la musculatura voluntaria. Todas y cada una de las acciones que se le puede ocurrir a uno se rigen por el músculo estriado o voluntario. Desde cualquier medio de expresión (movimientos faciales, hablar, gesticular) hasta desplazamientos. Cualquier cosa que se te ocurra... lo mismo. ¿Los órganos de los sentidos? Herramientas informativas, no ejecutivas. ¿Un orgasmo? ¿Orinar por la mañana? ¿Escribir un poema? Músculo, músculo, músculo. ¿... y la consciencia? Una pera es igual de consciente que un ser humano "desmuscularizado".

¿Qué hay de nosotros mismos en nosotros mismos? Cuando un grandísimo porcentaje de las funciones vitales de cualquiera de nosotros es totalmente ajeno a nuestro control, sólo queda resignarnos a nuestros propios músculos. Tanta parafernalia vital para que se reduzca a una contracción y a una relajación. Tantos aires de grandeza para estar encerrados en una carcasa de carne donde sólo podemos mover algunas palancas.

Si la libertad es la ruptura sucesiva de yugos cada vez mayores, quizás el mayor de ellos sea la tiranía del músculo voluntario. Hazle frente a tu sistema nervioso central. Toma el control de lo que eres y deja de ser la consecuencia de un conjunto de contracciones. No te resignes a las palancas que alguien o algo te cedió y hazte con todo el panel de control.

¿Te crees capaz y todo?