Con el peso de la culpa
y el pésame interior
la serenidad dista
de estar en la habitación.
Antiguos juegos de manos
y personajes ficticios
pelean, silenciosos
para mantenerse vivos.
La balanza se inclina
temerosa, pero clara
hacia la temida zona
que muestra la mía culpa.
Los buenos recuerdos de hoy
los terribles errores de ayer
más que vitalidad traer
muestran, tajantes, lo que soy.
Odio los versos.
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